Corazón de pedra

DE ACÁ

Sergio Alvez

Desde los ghettos periféricos de Estados Unidos hasta el norte misionero vía Brasil. La “pedra”, el crack sudaca, atraviesa fronteras y se instala en los cuerpos jóvenes de misioneros que casi siempre habitan barrios pobres. En los últimos años, bajó de Iguazú y perforó el norte provincial para expandirse hacia el sur e incluso, anclar en comunidades indígenas. Tras el drama sanitario y social, las respuestas parecen enfocarse más en la criminalización de los adictos que en atacar los problemas estructurales, antes de que sea demasiado tarde, si es que ya no lo es.

Siete Esquinas es como llaman los lugareños a una de las zonas más visitadas por los turistas en el centro de Puerto Iguazú. Esta noche, los bares están llenos y cientos de personas caminan por las veredas, buscando un lugar donde comer, beber y divertirse.

Sentado en el cordón, Alan desenrolla una bolsita de nylon. Coloca la piedrita, amarillenta y dura sobre la cuchara oxidada. Escupe una gota de saliva, que cae en forma de hilo pegajoso hacia la cuchara. Del paquete de cigarrillos, extrae un poco de bicarbonato de sodio con la uña, y agrega ese polvillo a la cuchara.

Con esa misma uña, comienza a mezclar y machacar todo lo que hay en la cuchara. El ambiente huele a combustible brasileño. La música a todo volumen de los bares se mixtura en el aire, formando un batifondo caótico, de reguetón, sertanejo, rock y otros ritmos.

Alan enciende la llama de un viejo encendedor, que comienza a calentar la cuchara desde abajo. La mezcla empieza a burbujear. Sin parpadear, los ojos de Alan apuntan fijo ese movimiento. Parte del contenido se evapora. Queda una pasta sólida, pegada al fondo metálico. Alan sopla. Luego, con un clavito, raspa la sustancia de la cuchara y la mete dentro de su pipa casera. Se lleva la pipa a los labios. Con la otra mano, enciende.

Inhala con desesperación. El humo le entra por la garganta. Alan cierra los ojos. Un gemido apenas audible le escapa del pecho. Por un momento, sonríe. Una sonrisa rota, que dura apenas un instante.

Después de un par de pipazos, Alan junta sus cosas y se pone de pie. Su mirada se extravía hacia los costados, antes de empezar a caminar, por el costado de la calle, entre los autos estacionados y los que pasan. Sus movimientos son extraños. Va hablando solo y rascándose la cabeza, sin rumbo.

Alan tiene 19 años. Su madre y sus cuatro hermanos viven en una casa de madera en “las 2000 hectáreas”, como le dicen al enorme vecindario. Ya no puede volver a esa casa. Su mamá lo echó luego de descubrir que había vendido la garrafa para comprar “pedra”.

– No me acuerdo, fue hace mucho ya. Ahora duermo en cualquier lado – dice Alan.

El crack sudaca

En Iguazú, ciudad que por año recibe a más un millón de turistas que vienen a visitar las Cataratas del Iguazú, se ven a diario decenas de pibes fumando “pedra” en las calles del centro o en los barrios. Según el Observatorio del Centro Provincial de Prevención y Asistencia de las Adicciones, el 80% de las consultas y solicitudes de tratamiento en Iguazú, están vinculadas a consumo de “pedra. En la gran mayoría de los casos, se trata de pibas y pìbes que provienen de contextos de pobreza.

“Pedra” es el nombre que en Brasil adoptó la droga llamada crack, de origen norteamericano. Es básicamente un producto residual de la cocaína, que al mezclarse con bicarbonato de sodio y otros solutos, forma pequeños cristales, que por su textura, se asemejan a pequeñas piedras; de allí su nombre. Esta simplicidad en el proceso de elaboración, se torna económicamente ventajosa para los “transas” (vendedores), ya que de un kilo de cocaína, es factible obtener hasta cinco kilos de pasta base para elaborar muchos más kilos de pedra.

El crack tuvo su auge a mediados de la década del ochenta, en los barrios periféricos de New York y Los Ángeles, donde por su bajo costo se popularizó rápidamente entre la población joven, para diseminarse luego hacia consumidores de clase media y alta, expandiéndose además a otras ciudades de Estados Unidos.

Pocos años después, en albores de los noventa, el crack fue introducido a Brasil a través de traficantes norteamericanos. La primera ciudad en la que su consumo se masificó, principalmente entre indigentes y personas de escasos recursos, fue Sao Paulo. Hacia 1993, la Salud Pública y los medios de comunicación brasileña empezaban a alertar sobre la problemática del consumo masivo de crack y sus consecuencias. Además de los daños en la salud de sus consumidores, el estallido del crack empezó a asociarse al aumento de asaltos y robos domiciliarios, prostitución y enfermedades.

El crack habilitó en Brasil, el crecimiento de la modalidad de comercialización vía narcomenudeo: usuarios vendiendo pequeñas cantidades para sustentar su propio consumo. A su vez, esta dinámica incrementó las peleas entre banditas y los crímenes entre “mulitas”, que cuando no se mataban entre ellos, eran “ajusticiados” por sus patrones narcos, ante faltantes u otras inconductas.

En 2005, el Escritorio de las Naciones Unidas contra Drogas y Crimen (UNODC), situó al crack como la droga más nociva en Brasil, advirtiendo sobre una “epidemia” de consumo.

En la tierra roja

Aproximadamente el 90% del territorio de la provincia argentina de Misiones limita con Brasil y Paraguay, En Puerto Iguazú concretamente, las fronteras de los tres países se unen, dando lugar al icónico y estigmatizado espacio denominado Triple Frontera.

La “pedra” ingresó a Misiones desde Brasil ya a principios de los años 2000, pero su consumo comenzó a crecer exponencialmente en Iguazú a partir de 2015, hasta alcanzar niveles alarmantes, e incluso, perforando en los últimos cuatro años, los límites del municipio para llegar a las barriadas de otras localidades norteñas como Wanda, Piray e incluso Eldorado.

“Los garroteros” es el nombre con el que se autodenomina un grupo de vecinos del barrio Kohler de la ciudad de Eldorado, cuya función es la de recuperar objetos robados en el vecindario. Yolanda (48) es una de las vecinas del grupo.

– Acá los robos crecieron muchísimo. Antes era un barrio re tranquilo, pero desde que llegó esa mierda de la pedra, hay muchos pibes perdidos que te roban cualquier cosa, desde la ropa colgada, hasta la garrafa, un sillón, el espejo del auto, lo que sea. Y como la policía no hace nada, salimos a buscar nosotros a los chorros. Ya recuperamos varias bicicletas y otras cosas. Siempre son los “pedreros” los chorros. A cada uno le damos una buena paliza para que aprendan a no tocar lo ajeno.

El caso de estos vecinos, repite en parte una situación que se extiende a decenas de barrios en el norte misionero. Sin contención sanitaria y social, cada vez más pibes comienzan a consumir pedra. Cuando se quedan sin dosis o para pagar deudas, salen a robar cualquier cosa que encuentran. Las noticias policiales de la zona, reportan habitualmente casos de adictos a la pedra (muchos menores de edad) que son aprehendidos bajo acusaciones de robo. En cambio, rara vez se conoce de algún “transa” o narcotraficante detenido por distribuir pedra. En febrero de 2024, la Policía de Misiones inició una investigación interna ante la aparición de un video viral que mostraba a un efectivo policial de la Unidad Regional VIII de San Vicente, recibiendo dinero de un “transa” en la localidad de San Pedro.

El 8 de julio de 2025, se inauguró en Iguazú el Espacio de Primera Escucha en el Hogar de Día, ubicado en la intersección de avenidas 25 de Mayo y Río Paraná. La iniciativa se enmarca dentro de una estrategia provincial tendiente a dar una tardía respuesta al problema: según el Observatorio Provincial de Drogas, entre el 70 % y el 80 % de las personas en tratamiento en Puerto Iguazú son adolescentes y jóvenes consumidores de “pedra”.

La pista del fentanilo

En julio de 2023, la Gendarmería Nacional incautó una encomienda de 500 ampollas de fentanilo en el punto de control conocido como El Arco, en Posadas. La carga provenía de la estación de Retiro, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Días después de conocerse esta noticia, quien entonces ocupaba el cargo de secretario de Estado de Prevención de Adicciones de la Provincia, el médico Samuel López, informó a los medios de prensa locales que desde el Ministerio de Seguridad de la Nación le habían señalado que “probablemente” la variante de pedra que se consume en el norte de Misiones contenga algo de fentanilo. López renunció algunos meses después y al menos mediáticamente, no se volvió a saber más nada del tema. Tampoco se conocieron detalles que a raíz de esto, se inició una investigación en el Juzgado Federal Nº2 de Posadas.

El fentanilo es un opiode que se utiliza en determinados tratamientos médicos, cuyo uso como droga adquirida en el mercado ilegal, viene causando estragos en cientos de miles de jóvenes y adultos en varios distritos de Estados Unidos.

Expansión

Adriana tiene 24 años. La primera vez que fumó pedra tenía 22 y cursaba una licenciatura universitaria en la Facultad de Artes de Oberá. Hoy vive en Posadas, con su madre, quien la acompaña cada miércoles al Centro Provincial de Prevención y Asistencia integral para el control de las Adicciones, un espacio perteneciente a la Salud Pública, donde brindan atención y tratamiento – incluso internaciones- a personas con problemas de consumos problemáticos.

Yo empecé tomando cocaína. Tomaba incluso para estudiar. Digamos, sentía que lo tenía controlado. Hasta que conocí la pedra y me dio curiosidad. Me fui metiendo cada vez más. Era distinto. No me dejaba hacer nada. No comía, no me bañaba, nada. Empecé a faltar a la facultad. No quería que nadie me visite. Sólo quería ir a comprar y encerrarme sola meta pipazo, perdiendo noción del tiempo, totalmente en otro mundo. Hasta que un día mi vieja llegó a mi departamento sin avisarme, Me encontró en un estado deplorable. Ese día empezó mi recuperación.

Al Centro Provincial, llegan cada día decenas de pacientes. “Cada vez vemos más consumidores de pedra en Posadas” explica uno de los profesionales. Algunas personas llegan en un estado que exige medicación urgente. Otros, terminan internados. Los casos más leves o menos avanzados, se abordan con consultar ambulatorias e interdisciplinarias. Para recibir la admisión, un paciente debe completar una serie de análisis.

–Al principio fue terrible, Pensé que iba a morirme por la abstinencia y entré en una depresión terrible. Pero gracias al trabajo de los profesionales del Centro, pude ir mejorando de a poco, sintiéndome mejor. Tenemos que valorar mucho el hecho de tener un lugar público y gratuito donde se atiende este problema. Y en mi caso, el hecho de tener una madre que me rescató y cuidó. Son miles los pibitos que no tienen a nadie. Esos terminan en la cárcel o en el cementerio.

La Fundación Reto a la Vida es un ente religioso que, con sus métodos, brinda contención gratuita a personas con problemas de adicción, a través de sedes en Posadas, Eldorado y Aristóbulo del Valle.

–Hoy tenemos más de 200 personas internadas. Los adictos a la pedra ya son amplia mayoría. Nunca antes tuvimos tantas personas y tantos pedidos. Las madres llegan desesperadas. Es un drama que crece a pasos agigantados.–dice Miguel Benítez, uno de los responsables de Reto a la Vida en la provincia.

“Preocupa el consumo de pedra en comunidades aborígenes” tituló el diario Primera Edición su artículo del 18 de abril de 2025. La nota se basa en una entrevista realizada al Director de Asuntos Guaraníes de la Provincia, Francisco Rodríguez, quien contó que los agentes promotores de salud que visitan semanalmente las comunidades mbya de la provincia, viene reportando el crecimiento del consumo de pedra en jóvenes indígenas, siempre con mayor predominancia en el norte.

Madres de barrios humildes que encadenan a sus hijos para que no consuman. Vecinos que piden penas más duras para los adictos menores de edad que delinquen. Enfrentamientos entre adictos. Los medios de comunicación exponen casos e historias vinculadas al consumo de pedra todos los días. Sin embargo, la cuestión no pareciera tener ningún tipo de centralidad en la agenda política, ni siquiera en la electoral. La dimensión de la problemática, pareciera exigir acciones de contención urgente, con impacto efectivo en la salud y no únicamente en la seguridad.

Mientras la criminalización sea más importante que el abordaje sanitario y social del consumo -tal lo demuestran las experiencias en países que supieron abordar inteligentemente coyunturas similares- más distantes estarán las posibles soluciones.